"Un
pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre"
Dijo
el Inca Yupanqui a los españoles.
Quienes
participamos del III Seminario Internacional Culturas y Desarrollo,
del III encuentro de la Red de Interculturalidad, del IV encuentro de
la Red de Trabajo con Pueblos Indígenas, del IV encuentro
“Sociedades en Cambio”, y del V encuentro interreligioso de
educación para paz” reunidos en Heredia y San Ramón, Costa Rica,
bajo el tema “Territorios Culturas y Buen Vivir: desafíos desde
las identidades y saberes diversos” en respeto a larga lucha de los
pueblos de América Latina y Caribeña y dando seguimiento a lo
planteado en la Declaración
de Barbados – Por la Liberación del Indígena,
de 1971, en el Primer
Manifiesto de Tiahuanaco
de 1973, venimos a
manifestar lo siguiente:
I
- Nos preocupa:
El
debilitamiento de los procesos democráticos en Latinoamérica, dado
por prácticas de corrupción, despotismos, represión y
autoritarismo que buscan sobrepasar la legitimidad de la voluntad
del pueblo, que pone en riesgo los avances sociales y los derechos
humanos, como son por ejemplo las políticas antidemocráticas que
en este momento intentan desplazar a la presidenta Dilma Rousseff,
en Brasil, haciendo lo mismo que intentaron en varios países de
Latinoamérica, como Venezuela, Haití, Ecuador, Honduras y
Paraguay.
El
recrudecimiento del dolor en la sociedad, dado por políticas
neoliberales promocionadas por grandes empresas productivas,
mediáticas, asociaciones empresariales nacionales y multinacionales
ligadas a la exploración de riquezas naturales o interesadas en la
privatización de bienes comunes de uso colectivo como la salud, la
seguridad social, la educación, la comunicación y transporte
público impulsadas por
las clases políticas que se apoyan en el sistema judicial, en los
grandes medios de comunicación y en algunos sectores religiosos
El
alto grado de corrupción que afecta nuestras sociedades y que
demuestra la deficiencia del sistema político. Nos preocupa,
también, que en nombre del combate a la corrupción grupos
políticos se aprovechen para poner en práctica políticas y
acciones contra los intereses de las mayorías sufridas de nuestra
gente.
La
escalada violenta en contra de sindicalistas, líderes indígenas,
campesinos y campesinas, líderes religiosos, estudiantes, mujeres,
jóvenes negros, homosexuales, ambientalistas y periodistas, que
están siendo criminalizados y asesinados en muchos países de
América Latina, y sus verdugos declarados frecuentemente impunes.
La
indiferencia criminal frente a la migración de miles de personas,
que arriesgan sus vida por alcanzar una vida mejor, tales como los
haitianos, colombianos y especialmente por los niños y niñas de
Centroamérica que se dirigen a Estados Unidos y otros países,
corriendo enormes riesgos sin que los Estados muestren voluntad de
superar con responsabilidad las causas de esta tragedia humana.
El
incremento de la intolerancia y la arbitrariedad moralista, que
busca excluir amplios sectores, lo que constituye una violenta
discriminación que atenta contra la pluralidad de la sociedad.
Victimas de tal discriminación son sobre todo las mujeres y hombres
LGBT, las personas con discapacidad, los niños y las niñas, las
personas mayores, los negros y las negras, los pueblos originarios,
gitanos, entre tantos otros.
El
clima de violencia naturalizada en las localidades y ciudades,
asociada a la narcoactividad, a las pandillas, a grupos
paramilitares que colocan a algunos países latinoamericanos en la
lista de los más violentos del planeta. Esta situación ha servido
de excusa para la aplicación de políticas de seguridad represiva,
coercitiva y de atropello a la dignidad de las personas,
especialmente a los más jóvenes, lo cual profundiza el clima de
violencia naturalizada.
La
carencia de políticas públicas que promuevan el reconocimiento de
la diversidad cultural y religiosa, con el objetivo de fomentar una
cultura democrática donde el pluralismo secular y religioso no sea
visto como un problema, sino como una posibilidad para la
convivencia y el cultivo da la democracia y de la paz.
El
incumplimiento de derechos internacionales soberanamente asumidos
por gobiernos de nuestra región, como es el Convenio 169 de la OIT,
manteniendo a quienes deberían tener tales derechos asegurados,
bajo el silencio y la omisión de los Organismos Internacionales.
II
– Llamamos a escuchar y movilizar.
En
este contexto de amenaza a la democracia y de riesgo para la vida de
muchas personas, convocamos a los ciudadanos y ciudadanas a sumar
esfuerzos orientados a la escucha, al reconocimiento y a la
solidaridad.
Los
proyectos de desarrollo en curso en nuestra región vienen generando
devastación de la naturaleza y de los saberes de las tradiciones,
hay una correlación estrecha entre pérdida de biodiversidad y
erosión lingüística y cultural. En este sentido hay que superar la
colonialidad que viene comandando las relaciones entre pueblos,
clases sociales, culturas. Es urgente promover una aproximación que
sólo la escucha atenta y empática nos permite. Tal aproximación
será posible desde esos grupos de donde emanan nuevos y renovados
conceptos, ideas prácticas y propuestas con otros horizontes de
sentido para la vida.
En
este sentido escuchemos a los pueblos que nos emplazan para estar:
En
contra del colonialismo interno que conforman nuestros
países/sociedades y nos ofrecen la propuesta de Estados
plurinacionales.
En
contra de la idea eurocéntrica de “dominación de la naturaleza”
y, nos ofrecen una propuesta de la naturaleza como portadora de
derechos (los “derechos de la Madre Tierra”)
Más
allá de la reforma agraria, nos ofrecen la propuesta de “autonomía,
tierra y libertad”
Más
allá de la naturaleza como objeto o como recurso, nos ofrecen la
idea de Madre Tierra que nutre y alimenta a la vida.
Más
allá de la defensa de la vida humana de modo antropocéntrico, nos
ofrecen el sentido del respeto, cuidado y valorización de todas las
formas de vida y nos invita a vincular los derecho humanos con los
derechos de la tierra (buen vivir, sumak kawsay, suma qamaña...)
Más
allá de los procesos de colonización que someten a pueblos y
culturas, nos proponen la interculturalidad, la reciprocidad, la
complementariedad y la gratuidad/gratitud, valores que van más allá
del monoculturalismo y de las políticas multiculturales tan de moda
en el posmodernismo.
Con
esta fuerza amorosa, valiente y persistente de los pueblos, nos
moviliza para hacer desde la interculturalidad, la deseada
transformación de nuestra realidad, alcanzando el buen vivir para
todas y todos.
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