miércoles, 10 de agosto de 2016

Manifiesto de Costa Rica




"Un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre"
Dijo el Inca Yupanqui a los españoles.


Quienes participamos del III Seminario Internacional Culturas y Desarrollo, del III encuentro de la Red de Interculturalidad, del IV encuentro de la Red de Trabajo con Pueblos Indígenas, del IV encuentro “Sociedades en Cambio”, y del V encuentro interreligioso de educación para paz” reunidos en Heredia y San Ramón, Costa Rica, bajo el tema “Territorios Culturas y Buen Vivir: desafíos desde las identidades y saberes diversos” en respeto a larga lucha de los pueblos de América Latina y Caribeña y dando seguimiento a lo planteado en la Declaración de Barbados – Por la Liberación del Indígena, de 1971, en el Primer Manifiesto de Tiahuanaco de 1973, venimos a manifestar lo siguiente:


I - Nos preocupa:
  • El debilitamiento de los procesos democráticos en Latinoamérica, dado por prácticas de corrupción, despotismos, represión y autoritarismo que buscan sobrepasar la legitimidad de la voluntad del pueblo, que pone en riesgo los avances sociales y los derechos humanos, como son por ejemplo las políticas antidemocráticas que en este momento intentan desplazar a la presidenta Dilma Rousseff, en Brasil, haciendo lo mismo que intentaron en varios países de Latinoamérica, como Venezuela, Haití, Ecuador, Honduras y Paraguay.

  • El recrudecimiento del dolor en la sociedad, dado por políticas neoliberales promocionadas por grandes empresas productivas, mediáticas, asociaciones empresariales nacionales y multinacionales ligadas a la exploración de riquezas naturales o interesadas en la privatización de bienes comunes de uso colectivo como la salud, la seguridad social, la educación, la comunicación y transporte público impulsadas por las clases políticas que se apoyan en el sistema judicial, en los grandes medios de comunicación y en algunos sectores religiosos

  • El alto grado de corrupción que afecta nuestras sociedades y que demuestra la deficiencia del sistema político. Nos preocupa, también, que en nombre del combate a la corrupción grupos políticos se aprovechen para poner en práctica políticas y acciones contra los intereses de las mayorías sufridas de nuestra gente.


  • El abandono y deterioro de la articulación de Gobiernos y Estados con el amplio espacio de movimientos sociales y grupos de representación de minorías. De esa manera se impide el fortalecimiento de una práctica política que tienda a la heterogeneidad de cosmovisiones y marcos de representación cultural presentes en nuestras sociedades.
  • La escalada violenta en contra de sindicalistas, líderes indígenas, campesinos y campesinas, líderes religiosos, estudiantes, mujeres, jóvenes negros, homosexuales, ambientalistas y periodistas, que están siendo criminalizados y asesinados en muchos países de América Latina, y sus verdugos declarados frecuentemente impunes.

  • La indiferencia criminal frente a la migración de miles de personas, que arriesgan sus vida por alcanzar una vida mejor, tales como los haitianos, colombianos y especialmente por los niños y niñas de Centroamérica que se dirigen a Estados Unidos y otros países, corriendo enormes riesgos sin que los Estados muestren voluntad de superar con responsabilidad las causas de esta tragedia humana.
  • El incremento de la intolerancia y la arbitrariedad moralista, que busca excluir amplios sectores, lo que constituye una violenta discriminación que atenta contra la pluralidad de la sociedad. Victimas de tal discriminación son sobre todo las mujeres y hombres LGBT, las personas con discapacidad, los niños y las niñas, las personas mayores, los negros y las negras, los pueblos originarios, gitanos, entre tantos otros.

  • El clima de violencia naturalizada en las localidades y ciudades, asociada a la narcoactividad, a las pandillas, a grupos paramilitares que colocan a algunos países latinoamericanos en la lista de los más violentos del planeta. Esta situación ha servido de excusa para la aplicación de políticas de seguridad represiva, coercitiva y de atropello a la dignidad de las personas, especialmente a los más jóvenes, lo cual profundiza el clima de violencia naturalizada.

  • La carencia de políticas públicas que promuevan el reconocimiento de la diversidad cultural y religiosa, con el objetivo de fomentar una cultura democrática donde el pluralismo secular y religioso no sea visto como un problema, sino como una posibilidad para la convivencia y el cultivo da la democracia y de la paz.

  • El incumplimiento de derechos internacionales soberanamente asumidos por gobiernos de nuestra región, como es el Convenio 169 de la OIT, manteniendo a quienes deberían tener tales derechos asegurados, bajo el silencio y la omisión de los Organismos Internacionales.

II – Llamamos a escuchar y movilizar.
En este contexto de amenaza a la democracia y de riesgo para la vida de muchas personas, convocamos a los ciudadanos y ciudadanas a sumar esfuerzos orientados a la escucha, al reconocimiento y a la solidaridad.
Los proyectos de desarrollo en curso en nuestra región vienen generando devastación de la naturaleza y de los saberes de las tradiciones, hay una correlación estrecha entre pérdida de biodiversidad y erosión lingüística y cultural. En este sentido hay que superar la colonialidad que viene comandando las relaciones entre pueblos, clases sociales, culturas. Es urgente promover una aproximación que sólo la escucha atenta y empática nos permite. Tal aproximación será posible desde esos grupos de donde emanan nuevos y renovados conceptos, ideas prácticas y propuestas con otros horizontes de sentido para la vida.
En este sentido escuchemos a los pueblos que nos emplazan para estar:
  • En contra del colonialismo interno que conforman nuestros países/sociedades y nos ofrecen la propuesta de Estados plurinacionales.
  • En contra de la idea eurocéntrica de “dominación de la naturaleza” y, nos ofrecen una propuesta de la naturaleza como portadora de derechos (los “derechos de la Madre Tierra”)
  • Más allá de la reforma agraria, nos ofrecen la propuesta de “autonomía, tierra y libertad”
  • Más allá de la naturaleza como objeto o como recurso, nos ofrecen la idea de Madre Tierra que nutre y alimenta a la vida.
  • Más allá de la defensa de la vida humana de modo antropocéntrico, nos ofrecen el sentido del respeto, cuidado y valorización de todas las formas de vida y nos invita a vincular los derecho humanos con los derechos de la tierra (buen vivir, sumak kawsay, suma qamaña...)
  • Más allá de los procesos de colonización que someten a pueblos y culturas, nos proponen la interculturalidad, la reciprocidad, la complementariedad y la gratuidad/gratitud, valores que van más allá del monoculturalismo y de las políticas multiculturales tan de moda en el posmodernismo.
Con esta fuerza amorosa, valiente y persistente de los pueblos, nos moviliza para hacer desde la interculturalidad, la deseada transformación de nuestra realidad, alcanzando el buen vivir para todas y todos.